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La búsqueda de la Luz

La Masonería simbólica de tradición se centra en un solo objetivo: el perfeccionamiento del hombre a través de un proceso de búsqueda de la Verdad que él mismo contiene. Y lo hace proponiendo un método: la vía iniciática, que es una búsqueda interior, un viaje de introspección hacia nuestra esencia, hacia lo trascendente que hay en nosotros.

Seguir la vía iniciática aporta al iniciado una elevación espiritual que resulta de una confrontación dialéctica entre lo virtual y lo real, lo ancestral y lo actual, lo perecedero y lo permanente.

El vía iniciática pone al ser humano en el camino de la búsqueda de la Verdad y del propio Gran Arquitecto del Universo, y por ello el triple sendero de la ética, la razón y la fe o la intuición trascendente a la luz de la libertad de conciencia.

La meta de la Masonería es el perfeccionamiento moral de cada hombre y el desarrollo máximo de su ser. Considera que además de los valores humanistas es preciso atender a la componente trascendente. En ese sentido, realiza todo su trabajo iniciático a la gloria del Gran Arquitecto del Universo.

El objeto interno, filosófico e iniciático, hacia el cual converge todo el simbolismo masónico se resume en la búsqueda o revelación de la Luz. La comunicación de la Luz era el objeto principal de los Misterios de las culturas antiguas. La Lux o Luz era la sublime doctrina de la Verdad divina.

La Masonería de tradición camina en el orden de las enseñanzas derivadas del método iniciático; en ese sentido, la Masonería por definición es profundamente espiritual, pues lo que intenta es rescatar la "luz interior" que cintila en el corazón de cada ser humano. A partir de ahí, efectivamente construye, mediante su simbolismo, los grados de aproximación al arquetipo universal.

El edificio que levantamos, para mayor gloria del Gran Arquitecto del Universo, es un edificio interior, un proyecto espiritual, y abarca a toda la sociedad. El templo a construir somos todos y cada uno de nosotros.

La finalidad de la iniciación es ayudar al ser humano a reencontrar su dimensión espiritual, su naturaleza superior o divina, para mejorar, para fortalecerse y abrirse al corazón del mundo donde se encuentra, practicando las virtudes de la tolerancia, la concordia y el amor fraternal.

El método iniciático parte de la premisa de que dentro de todas las criaturas Dios plantó un fragmento de sí mismo, una chispa, un espíritu que es de la misma condición que él, que no se puede percibir con los sentidos, pero que es una luz que guía su vida.

El método iniciático es fundamentalmente un camino de autorrealización y, por tanto, de encuentro con uno mismo, con su propia originalidad. El objetivo final del trabajo iniciático consiste en un viaje que emprendemos desde nuestro yo hacia nuestro ser, en busca de nuestra autenticidad, de nuestra Piedra Cúbica.

Todo el simbolismo de la iniciación nos señala claramente el método o camino para llegar a la Luz, que consiste en la introspección o búsqueda interior. Es en nuestro interior donde se encuentra la Gran Luz.

La iluminación interior constituye, en síntesis, la expansión de nuestra Conciencia. Su significado esotérico es "la Ilusión transformándose en Realidad".

La Luz es simbólica de la iluminación interior, es decir, del conocimiento de nosotros mismos, de nuestra esencia original y de las enormes potencialidades del Espíritu, manantial inagotable de energía vital, fuente de toda gran realización e inspiración de toda belleza y perfección.

CONSIDERACIONES FINALES

Para los masones contemporáneos, alejados del método místico y esotérico, la Masonería es una tradición especulativa y su mitología se apoya en la idea de un proyecto de construcción.

Teniendo un fondo operativo, de un oficio, sustenta un proyecto filosófico de mejora del hombre. El hombre reflexiona sobre el simbolismo masónico, se conoce a sí mismo, e inicia un proceso de autoconstrucción para llegar a ser la mejor versión de sí mismo.

El masón  de nuestros días trabaja en su mejora personal a partir de la contemplación de la luz intelectual, es decir, de la verdad y del conocimiento, que barren la oscuridad de la mente, la ignorancia moral y la incultura del hombre, simbolizadas por la Piedra Bruta.


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